Hay situaciones de carrera que sólo suceden en el ciclismo profesional de carretera, creo que es el único deporte en el que los grandes favoritos, los más fuertes de la carrera, son capaces de renunciar a ganarla simplemente para que no les gane otro tan favorito como ellos. Esto es exactamente lo que sucedió este fin de semana en la Amstel Gold Race, la primera prueba del Tríptico de las Ardenas.

La prueba, con sustanciales novedades en el recorrido, se desarrolló como suele ser habitual en este tipo de pruebas, fuga «consentida» a la que se le dejó coger una diferencia nada habitual, 15´ (¿será por disponer de un corredor menos por equipo? ), y una parte final con un ritmo endiablado para echar mano de los últimos componentes de dicha fuga a la que se habían unido Kreuziger y Gasparotto .

Para ser honesto debo decir que no soy fan de esta carrera pero también he de decir que me sorprendió muy gratamente el grupo tan selecto y reducido de corredores que afrontaron los últimos 25 kms en un todos contra todos, o más bien debería decir «todos contra Sagan«.

Peter Sagan es el actual Campeón del Mundo de fondo en carretera, reciente ganador en París-Roubaix con un ataque a 50 kms de meta y máximo favorito en cualquier carrera en la que participe que se adapte a sus características, y esto casi siempre es un problema. A Sagan casi nunca le va a valer esperar al final para imponer su punta de velocidad en las Clásicas ya que siempre deberá asumir la responsabilidad de perseguir otros ataque como se vio reflejado en Flandes y este mismo fin de semana en Amstel, y además deberá hacerlo en primera persona ya que no cuenta con un gran equipo. Y si no lo hace acabará sucediendo lo que sucedió en ambas, que otro corredor hará bueno su ataque.


Astana fue el único equipo que metió a dos componentes en el selecto grupo de favoritos que disputarían la victoria final, y no sólo los metió, sino que supo jugar a la perfección con ellos. En un grupo en el que figuraban corredores de la talla y punta de velocidad de Sagan, Valverde, Alaphilippe, Van Avermaet o Gilbert entre otros fueron los Astana Valgren, a la postre vencedor, y Fuglsang los más activos. Como mandan los cánones del ciclismo atacaron uno/otro, uno/otro hasta que uno de ellos consiguió despegarse del grupo.

Los últimos kms fueron un hervidero de ataques, posiblemente los más potentes a cargo de Valverde haciendo sufrir a todos y cada uno de los integrantes del grupo, incluído Sagan que, en una mezcla de falta de fuerza e inteligencia, se abrió en alguna ocasión para que fueran los demás los que cerraran el hueco. Pero no fue hasta a falta de 2´5 kms cuando Valdren lanzó el ataque ganador secundado por un muy activo Kreuziger y más tarde y ya sin posibilidad de darles caza por Gasparotto, ataque que le sirvió para al menos subir al podio.

Por todos es sabido la poca «habilidad» de Kreuziger en el sprint, pero alguien debería decirle que si aguantas sin dar un relevo dentro del último km nunca deberías darlo a falta de 500 m, y menos si eres el más lento. Hizo un perfecto lanzamiento a Valgren que alzaba los brazos demostrando que muchas veces no gana el más fuerte sino el más listo, o el que mejor equipo tiene.

Por detrás el sprint del grupo de los favoritos que decidieron mirar para otro lado cuando Valgren arrancaba fue para Sagan por delante de Valverde, los dos corredores que debieron asumir la responsabilidad de controlar los últimos kms, los dos corredores favoritos, los dos corredores que hicieron 4º y 5º, dos puestos que seguro habrían mejorado de haberse desgastado para controlar esos 2´5 últimos kms aun corriendo el riesgo de no ganar ninguno de ellos.

Esto es ciclismo profesional de carretera, dónde muchas veces los favoritos renunciar a disputar, dónde no siempre gana el más fuerte, dónde a veces el ser valiente, el ser el más listo o el ser mayoría es más valioso que ser el mejor.

J.G.