Que Peter Sagan haya ganado esta edición del Infierno del Norte no debería ser ninguna sorpresa, que la haya ganado escapado tampoco, que haya sido en compañía de un corredor «de la fuga» ya no parece muy normal, pero que se haya ido a más de 50 kms de meta ante la pasividad de todos los favoritos que lo acompañaban es una verdadera sorpresa que sólo ocurre en el ciclismo profesional.

A tenor de las lluvias de los días previos se presumía una edición tremendamente dura y difícil de esta 116ª edición de la París-Roubaix, de esas que tanto gustan a los enemigos del ciclismo que disfrutan con las «espectaculares» caídas porque el resto de la carrera les parece aburrida. por suerte las lluvias cesaron y se vivió una edición «normal», normal dentro de la excepcionalidad de la Roubaix.

La París-Roubaix es una de esas carreras para especialistas, buenos rodadores , «percherones» de gran potencia que son capaces de hacer volar las bicis sin que apenas toquen los adoquines. No es una carrera para todo el mundo y más allá de los especialistas y de los que van a «vivir la experiencia» cuesta confeccionar el equipo con corredores que de verdad vayan a aportar algo sin hipotecar el resto de su temporada.


Entre esos corredores que tienen más que perder que ganar se encuentra Marc Soler al que su equipo decidió inscribir en la carrera y que pronto se encargó de demostrar que había ido allí para algo más que figurar. Se metió en la fuga del día y aguantó hasta el km 180 aproximadamente en el grupo de cabeza, habrá que ver cómo evoluciona como corredor pero mucho me temo que será su primera y última participación.

Quick Step pecó de soberbia, son el mejor equipo para este tipo de carreras y su exhibición la semana anterior en el Tour de Flandes nos había hecho olvidar por un momento su tradicional poca visión de carrera y nula capacidad táctica. Todos nos preguntamos cómo pudieron dejar marchar a Sagan de esa manera pero Quick Step comenzó a perder la carrera mucho antes al no meter a nadie en la fuga del día donde no iban «nombres» pero sí muy buenos corredores. Esta circunstancia obligó al equipo azul a asumir el peso de la persecución y a dos ataques infructuosos y a destiempo de Gilbert y Stybar.

Y fue precisamente al dar caza a este último a unos 50 kms de meta cuando Peter Sagan, ante la permisividad del grupo en general y de Quick Step en particular, decidió saltar e ir en busca de los restos de la fuga para intentar llegar al velódromo de Roubaix sin la compañía de sus máximos rivales. Alcanzó a los 3 supervivientes que quedaban por delante Wallays, Dillier y Bystrom y se deshizo primero de Bystrom y después de Wallays quedando en compañía del fenomenal suizo que ya sabía lo que era ganar una etapa en el Giro de Italia.

La lógica dice que después de más de 150 kms en fuga, si te alcanza el Campeón del Mundo te amarras a su rueda y vas hasta donde tus fuerzas te dén pero el suizo, con una planta excepcional, no sólo se limitó a aguantar sino que fue muy generoso en sus relevos a sabiendas de que estaba ante una grandísima ocasión de subir al podio en un Monumento. Y es que la Roubaix, por sus especiales características y al contrario que el resto de las carreras, suele ser muy generosa con los valientes y no es nada raro que alguno de los fugados pueda llegar en posiciones de honor al velódromo .

Por detrás la persecución no dio sus frutos, y es que parece increíble que a un corredor como Sagan le hayan permitido salir con esa pasmosa facilidad cuando deberían marcarlo sin despegarse ni un sólo metro. Decía Terpstra que «faltaban más de 50 kms», si esas declaraciones las hace Marc Soler en su primera participación se le podrían perdonar pero que las haga él conociendo como conoce la carrera y conociendo como conoce a su rival denotan una alta dosis de soberbia y/o ignorancia.

Por delante Sagan ganaba con relativa facilidad a un Dillier que no se dio por vencido en ningún momento y que incluso esprintó con rabia ante un rival más rápido y menos desgastado que él, ante todo un Campeón del Mundo que levantaba los brazos luciendo ese maillot arco iris que porta y que da caché, más si cabe, a cualquier carrera que gana, incluso aunque ésta sea la Roubaix.

Del grupo perseguidor saltaba un Terpstra que conseguía un podio como premio de consolación que sabe a poco después de ver cómo se desarrolló la carrera y la total pasividad que mostró tanto él como su equipo en el momento decisivo de la misma. Cuarto Van Avermaet, quinto Stuyven y sexto VanMarcke.

Mención especial merece la primavera realizada por el joven y actual Campeón del Mundo de CX Van Aert, aquí hay madera y esperemos que no se quede en un «Lars Boom«.

La «Primavera ciclista de adoquín» se acaba, nos quedan las Ardenas y en breve daremos la bienvenida a las Grandes Vueltas, hacednos disfrutar como vosotras sabéis!!!

Por cierto, Boonen tenía razón . «Deja de quejarte y corre para ganar», gracias Peter por hacerle caso. Cuando lo haces honras el maillot que llevas puesto, cuando te quejas sin motivo pareces un bufón más propio de otros deportes u otras disciplinas.

J.G.