Hace unos días escribía lo siguiente sobre «La Classicissima»:

«La clásica «total», una carrera en la que a priori parten casi con las mismas opciones de victoria un sprinter, un rodador , un escalador y un vueltómano. Una carrera que ronda las 7 horas sobre el sillín y en la que en un hipotético sprint nada tiene que ver con otro después de 5 horas, una carrera en la que la velocidad es clave para eliminar/castigar a los hombres más rápidos y dejarlos vacíos de cara a meta, una carrera en la que los «rapidillos» siempre tendrán la duda de si deben probar en los últimos kms o jugársela en un sprint de fuerza.

El sábado lo veremos.»

La Milán-Sanremo o «Milán- San Remo» como la escriben casi la totalidad de los periodistas de Wikipedia españoles comenzó con el frío (no extremo) y la lluvia como grandes protagonistas que decidirían quedarse durante gran parte de la misma para desaparecer durante los kms finales y dejar que el sol luciera, todavía más si cabe, el gran triunfo de Nibali.

La Classicissima discurrió como suele ser habitual con la típica escapada, esta vez fueron 9 los valientes (Maestri, Rota, Koberniak, Sagiv, Van Winden, Hatsuyama, Planet, Bono y Mosca) que llegaron a contar con poco más de 6´30´´ sobre el gran grupo donde rodaban todos los favoritos y que no tuvo grandes sobresaltos hasta la caída de Cavendish (ya en las inmediaciones del Poggio) al comerse literalmente una mediana que le hizo dar un salto mortal en el aire y caer de una forma bastante fea que parece ser «sólo» le ha costado una fractura de costilla.

El gran grupo avanzaba y los líderes cogían posiciones para encarar el «Capo Berta» donde ya pudimos apreciar que no iba a ser el día de Kittel al descolgarse en los primeros compases del mismo. Sin mucho tiempo para recuperarse, ya con una velocidad crucero muy alta y con más de 250 kms en las piernas el gran grupo, este año menos grande por la nueva normativa UCI que reduce los integrantes por equipo (ojo a esto), encaraba la otrora temida Cipressa sin que sucediera «nada más» que el desgaste que produce la misma en la situación de carrera que se encuentra.

Toda duda sobre los 291 kms de los que consta la carrera quedaba reducida a saber qué pasaría en el Poggio, ¡si es que pasaba algo! Era imposible no tener en la retina el maravilloso ataque de Sagan en la edición pasada y la respuesta de Kwiatkowsky y Alaphilippe que los hizo presentarse a los 3 en Vía Roma para disputar un precioso sprint.

Y precisamente quizás fue eso lo que hizo que el propio Sagan decidiera no asumir la responsabilidad con un ataque lejano a pesar de que fue uno de sus compañeros (Bourhart) el primero en tensar la carrera en las primeras rampas del Poggio secundado por el BMC Drucker y con el Bahrein-Merida comandando el pelotón para el ataque de su líder que no tardaría en llegar aprovechando la estela de Neilands que nada pudo hacer cuando el «Tiburón» aceleró el ritmo.

Hubo tímidas reacciones por detrás pero es que hay corredores a los que no se les puede dar unos metros y Nibali es uno de ellos. Llegados a este punto uno echó de menos el ataque del resto de favoritos «no rápidos» que allí iban y que no iban a contar con grandes opciones, por no decir ninguna, en un sprint de grupo. La ventaja de Nibali se iba hasta los 12´´ y por detrás era Trentin el que decidía probar ya en el descenso con el propio Sagan comandando el grupo perseguidor «con el freno de mano echado».

Con el descenso del Poggio concluido y Nibali todavía por delante llegó a dar la ligera sensación de que Trentin podría darle alcance, lo que habría diluído por completo las esperanzas de Nibali para alzar los brazos en Vía Roma pero… nada más lejos de la realidad!! El «Escualo» aguantaba y sólo la llegada de Quick Step poco antes del último km hizo dudar al público de la victoria del siciliano, victoria que acabaría llegando y que ennoblece todavía más el palmarés de un corredor que cuenta en su haber con las 3 Grandes y 2 Monumentos (Sanremo y Lombardía).

Nibali ganó porque atacó en el único sitio dónde podía hacerlo, lo hizo con la convicción de un ganador, ningún rival de sus características supo/quiso/pudo seguirlo y Sagan, y los demás favoritos, no tuvieron ese último corredor que pudiera trabajar una vez acabado el descenso del Poggio hasta los últimos metros antes de meta. No me atrevo a afirmar categóricamente que con 8 corredores por equipo en vez de los 7 actuales lo hubieran alcanzado pero sí me atrevo a insinuarlo.

El pelotón se quedó pendiente de Sagan y Nibali les «birló» la carrera.

Segundo fue el australiano Ewan con un espectacular sprint batiendo a Demare, si bien es cierto que no es lo mismo sprintar para ganar que para hacer segundo, el sprint del aussie fue soberbio, espectacular, tremendo! Es joven y tendrá más oportunidades pero el ciclismo es caprichoso y hay trenes que sólo pasan una vez en la vida, Ewan se estará preguntando si hoy ha pasado el suyo para la Sanremo.

¿Y qué fue de los integrantes del podio en 2017 y grandes favoritos para esta edición? Sagan 6º, Kwiatkowsky 11º y Alaphilippe 35º.

El primero de los Monumentos ha terminado y no ha sido para un sprinter, ni siquiera para un clasicómano, ha sido para un «Tiburón« que ha sabido gestionar su carrera deportiva de una forma tan brillante como para figurar como ganador de las 3 Grandes Vueltas con 14 etapas parciales y tener 2 Monumentos además de 2 Tirrero. Otros corredores de similares características se han estrellado año tras año con el Tour hipotecando no sólo esa temporada sino toda su carrera deportiva por la Grande Boucle, y lo peor de todo es que después de lo visto hoy ni siquiera se lo plantearán ni por un segundo.

Enhorabuena Vincenzo!!

J.G.