Espectacular, épico, ciclismo del bueno, emocionante, vibrante, inolvidable y demás falacias propias de ignorantes que no han «mamado» ciclismo en su vida fueron algunos de los titulares que vimos hoy sobre la etapa del Tour finalizada en Roubaix. Curiosamente ninguno de estos juntaletras pone la más mínima atención a las Grandes Clásicas de la primavera ciclista que se desarrollan por esas mismas carreteras, en iguales o peores condiciones, y con equipos repletos de especialistas.
Para mí ha sido una humillación a todos los ciclistas que han estado más pendientes de no irse para casa, como fue el caso de Richie Porte, o de llegar con tiempo perdido, como le pasó a Urán. No, no es ciclismo, al menos en el 2018, al menos en el Tour de Francia. El adoquín tiene su hueco en la temporada ciclista y es apasionante, ayer lo desprestigiaron al tiempo que humillaban a las estrellas de este deporte.
Pronto llegaron los contratiempos, como decíamos fue Richie Porte el que, ya en los primeros 10 kms, se fue para casa en una montonera en la que también hizo lo propio el encargado de velar por la seguridad de Nairo Quintana, J. J. Rojas. Puso el mismo interés en continuar que estuvo poniendo por proteger a Nairo en lo que va de Tour.
No fue una caída en el adoquín, dicen los defensores de las piedras, como si una etapa así no provocara tensión desde la neutralizada.
Se salió rápido, muy rápido. Con corredores intentando coger una fuga que no tardó en consolidarse con corredores de la talla de De Gendt, Omar Fraile o Calmejane. Una fuga que estuvo siempre controlada a pesar de las múltiples caídas y averías que se produjeron en el grupo de favoritos, favoritos de los que Bardet fue, sin duda alguna, el que más infortunios sufrió.
Desde Bardet, pasando por Froome y Dumoulin, hasta llegar a Urán fue un no parar de caídas y averías, caídas y averías incentivadas por un pelotón que, a diferencia de cuando se disputa el Infierno del Norte, estaba plagado de no habituales en este tipo de carreras. No hubo ataque de Nibali, no hubo ataque de Dumoulin, no hubo más que un grupo de ciclistas defendiéndose de la locura de llevarlos por tramos indignos de un Tour de Francia. Fueron múltiples los cambios en la situación de carrera, tantos que nos vamos a ir directamente a los kms finales, concretamente a la caída de Mikel Landa.
Movistar lleva meses vendiendo un supuesto reparto de galones entre sus tres líderes para el Tour, por eso no dejaron de sorprender las declaraciones de uno de sus directores, el más preparado por cierto, diciendo que el único líder era Nairo Quintana. Declaraciones que no sentaron nada bien a un Mikel Landa que se apresuró a pedir explicaciones. Todo ello derivó en un desmentido de Arrieta de haber dicho lo que dijo, aunque en realidad, lo hubiera dicho.
Es algo muy relevante ya que, a pesar de ser Nairo el corredor más fiable del equipo para el Tour, el que más podios ha hecho, el único corredor que ha estado cerca de batir a Froome en la carrera francesa y, el único que lo ha batido en una Gran Ronda, el equipo lo está ninguneando hasta extremos como el que vimos este domingo.
Valverde fue a lo suyo, era algo previsible pero, como casi siempre, no estuvo en disposición de disputar la etapa ni de ayudar a su compañero que, a pocos kms de llegar a meta, tuvo que responder en primera persona al ataque de Froome sin que Valverde moviera un dedo para ayudarlo. Tampoco lo ayudaron en el único momento de la carrera en el que quedó relegado a un segundo grupo pero el momento más esperpéntico sucedió, sin duda alguna, tras la caída de Landa.
Movistar decidió parar a todos los componentes del equipo a excepción de Valverde y Nairo, es decir, dejar a Nairo sólo para realizar los últimos 30 kms de etapa. No estamos hablando de una etapa cualquiera, estamos hablando de la etapa en la que más necesario era tener a un equipo a su lado por lo que pudiera suceder. Toda una declaración de intenciones de Movistar, todo un guiño a Landa y todo un desprecio al que debería ser, sin ningún atisbo de duda, su líder.
La jugada no salió mal, Nairo no pasó apuros y consiguieron meter a Landa en carrera y minimizar la pérdida a 7″. El desprecio hecho al colombiano no tendrá un arreglo tan sencillo como fue la reducción de la pérdida del vasco.
La disputa por la etapa se fraguó a 15 kms de meta cuando Van Avermaet, Lampert y Degenkolb pusieron tierra de por medio ante la pasividad del resto de favoritos que allí quedaban, principlalmente Sagan y Valverde. Pronto se entendieron y las diferencias fueron suficientes como para afrontar los kms finales con cierta seguridad de éxito para alguno de ellos. Fue Degenkolb el que finalmente consiguió una emotiva victoria por delante de Van Avermaet, que seguía manteniendo el amarillo, y Lampaert que no conseguía hacer buena la teórica superioridad de su equipo en los adoquines.
Urán, el más perjudicado de los llamados a disputar la general, se dejaba casi 2′ en meta, 1’30» con los favoritos. Landa y Bardet tan sólo 7″ después de haber estado casi tan lejos como el colombiano.
Por fin pasó, por fin se acabó, y ojalá no vuelvan. No representa al ciclismo, no representa lo que es una Gran Vuelta. Pero tranquilos, aún nos queda un puerto sin asfaltar que hará las delicias de los no aficionados al ciclismo y, nos devolverá a la Edad Media, dejando imágenes para el olvido. Sin olvidarnos de una etapa de 60 kms, distancia en la que compiten los cadetes, con parrilla de salida. Los experimentos con gaseosa.
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Dicen las malas lenguas que Landa podría buscar equipo y no terminar su contrato con Movistar si no le garantizan el liderazgo que todavía no se ha ganado en la carretera, un chantaje en toda regla.